viernes, 20 de mayo de 2011

Elogio de la locura


Arquitecta de espejismos. Un gato en el tejado. Luna roja sobre el desierto del sahara, cadáveres exquisitos. Nieve negra, barquera del estigia. Noche de azahar, olas de San Sebastián. Arena, obsidiana. Piedra de sal. Goma arábiga. Mayo en Francia. París, El muro de las lamentaciones. Kamikaze suicida. Piedras en el camino. El camino. Un cardenal, una caricia. Tu imagen en el espejo. El Everest, el Rio Amarillo. Sentido, sensibilidad. Azul. Salamandra de sangre fría. Todo y Nada, odi et amo. Perfectamente imperfecta.

La Suerte, o el Sino. Tira los dados, anda.




domingo, 15 de mayo de 2011

Maneras de esperar

Imagino un futuro, escribo con bolígrafo negro y dibujo atardeceres morados. Paso bajo tu ventana sin alzar la mirada. Salgo de fiesta, sonrío con labios agrietados, doloridos de besar a otros. Me aparto el pelo de los ojos, no acepto regalos ni cumplidos, pero sí caricias. Aún así te espero, aún. Te busco con los ojos pero no pregunto por ti. Sigo caminando con sandalias, me visto con pantalones cortos y bebo vino por la tarde, sentada  en la hierba. Sonrío con labios agrietados, doloridos. Pero sigo esperando. Hay un hueco en mi bolsillo para el móvil, un móvil que siempre espero que suene, un timbre que espero vibre. Aún sigo esperando. Espero tu conversación hasta las tantas de la madrugada, espero amanecer contigo al otro lado de la línea. Si me preguntan, hablo de todo y nada y pido que pongan esa canción que me recuerda a ti. Bailo con los ojos cerrados. Me dejo llevar, cuido mis heridas y me pinto las uñas. Intercambio risas con desconocidos. No hay tristeza en mi voz pero sí detrás de mis ojos. Escribo en el espejo frases con carmín y sonrío al reflejo, con labios agrietados, doloridos, cansados. Te espero, pero también me muevo con el viento, y no siempre estaré ahí.



lunes, 9 de mayo de 2011

Dióxido de carbono y azul psicodélico

La noche apenas ha entrado en la adolescencia, pero ya se apresura a vivir la vida. Alcohol, tacones de aguja y sangría de un euro. Masas de gente se mueven de un lado a otro como espuma llevada por la marea, sin saber a dónde, tan sólo sintiendo la vibración de los sonidos en su diafragma. Siguen, esperan, piden.
Luces en el asfalto, marcan el camino a seguir. Setas amarillas. Como la desembocadura de un río, todos van a parar al mismo sitio, al mar.  
Una tras otra las puertas de los antros se abren invitadoras. No hay mucho que dudar. En realidad, eso es lo que quieren.
Humo, el ambiente está viciado. Los alientos se mezclan sobre las incoscientemente bamboleantes cabezas, descargando dióxido de carbono puro. “Cigarrettes” prendidos entre los dedos de uñas pintadas, cigarros agarrados por manos masculinas.
Cualquier petición es atendida, y el cambio de alcohol por dinero es rápido. Los bolsillos se vacían, la mente se nubla y los ojos se empañan, al tiempo que la sonrisa de dientes fosforescentes a la luz se hace más amplia y menos real.
“Piruleta”, “Orgasmo del cielo”, “Bloody Spirit”... Caramelo, coco, tabasco y miles de ingredientes más adornan las paredes como si de tarros de un boticario se tratasen. El remedio para cualquier mal, gritan sin hablar los camareros, y ellos lo creen.
Pulseras brillantes en la muñecas, y el “Pezón de Silvia” viaja rápidamente del vaso a la garganta, suave pero ardiente.
Claustrofobia. Codos que se entrechocan y espaldas que se rozan. Miradas que se cruzan y sonrisas lascivas o tímidas. Un beso cruza el aire, seguido de un alzamiento de cejas que invita a seguir con el proceso perfectamente conocido, establecido y estudiado, sin haber estado nunca escrito en un manual de páginas amarillentas.


Las masas se mueven, insaciables. Se aburren con facilidad, quieren algo distinto cada vez. Buscan algo, pero no saben que es, y una sed de todo se apodera de ellos.
Las camisas blancas brillan como nunca bajo la luz de los focos, con un toque de azul psicodélico; fluorescentes. Las chicas en corro mueven su cuerpo al ritmo de la música, o cantan sin que nadie pueda oírlas las letras de canciones sin sentido. Los chicos, bailan también, aunque de una forma menos delicada, más dura y animal. Buscan con la mirada a “esa chica”. Y si la encuentran, expondrán todo su armamento. Lenguas entrelazadas y dientes que se chocan. Manos veloces. “Young hearts beat fast”. Todo es demasiado rápido. No hay tiempo para pensar, sólo queda el actuar antes de que la carroza de Cenicienta se convierta en una podrida calabaza, y después esperar a la noche siguiente.
Noche húmeda por el sudor.